Ecos de lo no dicho


 ¡Ay!, decime cómo hago para enseñarle a mi alma  
a silenciar el anhelo por tu ser
Cómo acaso le persuado
 a que no te busque en el sueño 
o en los márgenes del día,    
cuando a menudo nos inquieta saber 
con qué destellos se va ocultando el sol en la mirada del otro

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